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mientras le preguntaba, Él apagó la luz del cuarto. entraba por entre las tablillas de la veneciana unos agotados rayos de luz de la farola rota de la calle. hubo un silencio incómodo. Él no veía nada. sus ojos se iban acostumbrando a la oscuridad. Ella no lo necesitaba. podía verle. ahí, junto al interruptor. parpadeando los ojos. una y otra vez. como si se hubiese quedado ciego de por vida. Ella vio como abrió de repente sus ojos. la miró. ahí. de pie. hubo un silencio, pero estaba vez no era incómodo. Él se acercó despacio, como si tuviera que hacerlo así. despacio. Él pensó que si hacía movimientos bruscos Ella huiría asustada. ni siquiera miró al suelo. no hacía falta. Ella estaba allí. mirándole. se acercó tanto que Ella podía olerle sin ni siquiera esforzarse. Él rozó su mano izquierda. la cogió. la miró. besó su dedo meñique, su preferido. Ella sólo le miraba. la luz llenaba el cuarto. Ella y Él se quedaron ciegos, para siempre. no volvieron a salir de aquel cuarto, nunca.

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